13 de enero de 2013


"Como una herida en el corazón que no me duele" dice una canción de una banda que no escucho. Es que todas las canciones hablan de vos, de mi, de nosotros. Después del play estás ahí. Y estás en todos lados. En la ropa, en las calles, en los bares, en los shoppings, en los barrios, en las comidas, en los gestos. Y ahora no sé qué hacer con todas esas escenas que vivimos, esas palabras que me dijiste. Tus caras, los besos, los abrazos, las risas, los bailes a oscuras que me hacían pensar que aunque desaparecieran todas las personas del mundo en ese instante y nos quedáramos solos, todo iba a estar bien igual. Estás en el vaso en el que tomo el desayuno, en las caras frente al espejo, en los caramelos, en las salsas que acompañan lo que cocino, en los almohadones en los que apoyo la cabeza para dormir. Y debe ser ahí donde te metés en mi cabeza y aparecés en los sueños, en los sueños en donde mi cabeza inventa lo que nunca pasó, lo que debería haber pasado y lo que nunca va a pasar. Donde mi cabeza inventa lo que quiere sin saber que cuando me despierte todo va a seguir igual. Y después lo oscuro. Un celular que no vibra, una sonrisa que desaparece, una lágrima que se mezcla con el agua de la ducha, dos lágrimas, tres, ocho. Pero es la incertidumbre lo que aparece antes de esos sueños en los que vos estás, es el no saber en qué estás pensando, como si mi mayor deseo fuera entrar en tu cabeza y ver qué soñás vos. Como si buscara una señal, como si quisiera que vos me mandaras una señal, que me digas qué hacer. Hasta las frases más clichés ahora tienen sentido, "la persona por la que estás llorando es la única que puede consolarte" y otras mierdas que suele decir la gente hasta que te identifican. Y termina la canción y empieza otra y otra vez lo mismo, no te puedo despegar de las cosas. Pero el tiempo pasa, pasan los mensajes de otras personas, las tardes en otras calles y otros bares, las cervezas, hasta que un día aparecés, de la nada. Porque en realidad nunca te fuiste, seguís ahí en algún lugar de mi cabeza, esperando con ansias protagonizar otro sueño. Pero al fin y al cabo, como me dijo una persona muy sabia, "todo está bien porque llorar en todos los rincones de tu casa escuchando música triste también es vivir".